Torrestío en la actualidad: El futuro de la alzada, turismo y recuperación etnográfica.
Lejos de la economía de subsistencia de antaño, en la que el pastoreo se complementaba con la agricultura y con los típicos oficios de curanderos, castradores y arrieros, los vaqueros de Torrestío actuales en nada se diferencian de los ganaderos estantes, excepto por el hecho de trashumar cada primavera y otoño. Su cabaña oscila entre cuarenta y más de cien animales, dependiendo de la capacidad y dedicación, pues en algunos casos una parte de la familia compatibiliza la actividad ganadera con otros oficios o profesiones. Los desplazamientos en motos, todoterrenos, junto con la acotación de los pastos comunales con cierres de alambradas para el control de los ganados facilita la explotación, que ya no está orientada a la obtención de leche y derivados, sino que se centra en la producción cárnica. El uso del móvil e internet y las nuevas tecnologías en general ayudan en la gestión de la empresa y se suman a las subvenciones estatales concedidas a los pastos de alta montaña. Ya no se consensúan en Concejo las ordenanzas sobre pastos. Las tierras de cultivo se convirtieron en prados que apenas se siegan y se respeta poco o mal la propiedad privada. Ya no existen sembrados. Se abandonaron los sistemas de regadío y al igual que en otros muchos lugares agroganaderos se compra casi todo y apenas se cultivan los huertos cercanos a las casas. Solo se hace lo que económicamente es rentable a corto plazo.
Como hemos dicho anteriormente, los vaqueros de Torrestío del siglo XXI tienen un modo de vida que se aleja infinitamente del de sus antepasados. Se convirtieron en empresarios ganaderos que han sabido adaptar su medio de vida a las exigencias del mercado actual explotando las riquezas de los puertos, preciado tesoro ya descubierto por algunos. No en vano un empresario asturiano con visión economicista edificó casa en Torrestío y se avecindó en el pueblo. De este modo sube cada año una extensa cabaña ganadera que, a buen seguro, incrementa el rendimiento de su negocio hostelero. Sin vinculación familiar alguna con los vaqueros de alzada, ni practicar la trashumancia en el sentido histórico del término, disfruta de las ventajas conseguidas por ellos tras siglos de historia. Y mientras que algunos hijos de vaqueros que dejaron el pueblo y abandonaron sus fincas se debaten entre el paro y el trabajo precario que hoy impera, los que resistieron la alzada o los que la recuperaron pueden vivir con holgura de su cabaña ganadera.
A la par de este fenómeno de incipiente recuperación de un tipo de alzada, las bellezas paisajísticas atraen a montañeros y turistas y un nuevo modo de vida ha sido iniciado por un matrimonio de Madrid que compró la antigua casa de El Parrondio y la convirtió en el Bar y restaurante La Farrapona. Un albergue y una casa rural se han sumado al proyecto turístico. Vaqueros jubilados, descendientes y familiares abren sus casas por el verano, y el pueblo se llena de gente, contrastando con las solo seis familias que lo habitan en el invierno. El reclamo turístico es palpable y la declaración de la zona como reserva de la Biosfera y Parque natural lo aumentarán en el futuro.
Sin lugar a dudas, estamos asistiendo al nacimiento de nuevas formas de vida: la explotación de un tipo de ganadería extensiva en la alzada de verano y la del turismo de montaña. Ambas formas tendrán que aprender a convivir y acarrearán futuras modificaciones en el paisaje y paisanaje del pueblo. Un cambio cultural, en definitiva. Ante esta realidad vaqueros, descendientes de antiguos vaqueros de alzada y estantes debemos seguir velando para que nuestra historia e identidad no se diluya en los intereses a corto plazo de gentes desaprensivas. La cultura del dinero fácil, el esquilmo de la naturaleza, la ausencia de valores… parecen regir los nuevos tiempos. Nadie mejor que nuestros ancestros, sin leyes impuestas desde despachos ni prohibiciones, pero sí con mucho sentido común y respeto al vecino y a la naturaleza, supo convivir con la flora y la fauna de su entorno, manteniendo el monte al límite de la pradera, rotando pastos y cultivos para sacar rendimiento a las cosechas,… En definitiva, nadie mejor que ellos supo preservar esa naturaleza en estado virgen.
Iniciativas como las Rutas de los vaqueros de alzada a Torrestío se hacen necesarias en nuestros días y deberían ser apoyadas y multiplicadas con el fin de ayudar a preservar el legado medio ambiental y cultural que nos ha sido trasmitido.
Pablo Barriada. Profesor de Historia de IES.
Mª Teresa Rodríguez. Descendiente directa de vaqueros e impulsora de la Ruta Vaqueros de Alzada Torrestío-Las Regueras.
NB. Nuestro agradecimiento a Pedro Busto por la cesión de fotocopias de los documentos del archivo de Simancas mencionados en este artículo, por su aportación blibliográfica y generosa disposición a colaborar en el tema de los vaqueros de alzada de la Asturias central.
Extracto del libro: "San Emiliano: 100 años"