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Los Vaqueros de Gozón

Tradición oral y referencias históricas

El Archivo Histórico de Asturias conserva un pleito del año 1793, de Pedro Álvarez Argüelles , de Verdicio, que denuncia que, el día del funeral de su mujer, se presentaron en la iglesia San Cristóbal varios vecinos con intención de impedir el enterramiento del cadáver en el lugar que le correspondía por ser “noble y de igual calidad” que el resto . Esta afirmación recibió el “sumo desprecio de los demás confeligreses, que los distinguen con el renombre de baqueros”, que según Pumariño, uno de los allí congregados, “no se sabía de qué casta ni raza eran”. Y a pesar de que el párroco trató de mediar en el asunto, diciendo que “todos eran cristianos bautizados en la propia pila como él”, de nuevo, respondió Pumariño, que “estuviera en Francia y había visto muchos […] que resultaban ser judíos”. Dando por sentado aquellos que el cadáver no se enterraría allí y que quedaría “para escabeche”, los familiares de la difunta, ante la cercanía del cortejo fúnebre y “temerosos de una fatal reyerta, cedieron a la fuerza, mandando romper la sepultura un trozo más debajo de la que estaba señalada”.

Casi doscientos años después, a finales de los años 80, los fallos en la traída de agua desenterraron un conflicto que había estado larvado durante años, y comenzaron a prodigarse por Verdicio comentarios peyorativos sobre los vecinos de Les Cabañes, un barrio localizado en pleno corazón del concejo de Gozón, a tan sólo cuatro kilómetros de la capital, Luanco . Los mayores resucitaron viejos recuerdos y tradiciones donde aludían a aquellos con el adjetivo de “vaqueros”, empleado con carácter despectivo. Todo esto sin que ni unos ni otros supiesen explicar la razón.

Este asunto lo vivió de primera mano el historiador Julio César Zapico , cuya familia materna es de Verdicio. Él fue quien me habló por primera vez, cuando ambos estudiábamos en la facultad de Geografía e Historia, en Oviedo, de este caso de discriminación hacia los vaqueros en una iglesia del concejo. Entre otras cosas, averiguó que, a comienzos del siglo XX, los feligreses de Les Cabañes, cada vez que acudían a oír misa, estaban obligados a entrar por la puerta Norte de la iglesia (hoy tapiada ) y debían sentarse atrás, al fondo, separados del resto por un arco o una viga de madera o “travesón” . Si se atrevían a traspasar ese límite, se les pinchaba con “aguyes y enfileres” (agujas y alfileres). E incluso, se les negaba el derecho a llevar las andas en las procesiones. Una copla burlesca, popular en Verdicio, decía:

“Los vaqueros Les Cabañes
salieron en procesión
lleven un gatu de santu
y una vieya de pendón”

Las últimas generaciones que fueron testigos, se acordaban de las “pedradas” que recibían de “guajes” cada vez que salían de la escuela de regreso a casa, al grito de “¡vaqueros, vaqueros!”. Algún valiente todavía se daba la vuelta y respondía: “¡pero nosotros tenemos vaques y vosotros, no; somos más ricos!”. Esa discriminación se prolongó hasta los años 30 del siglo XX, pero incluso en los años 50, había reticencias a relacionarse entre algunas familias. Situaciones similares parece que se repitieron, con mayor o menor intensidad, en las iglesias parroquiales de San Jorge de Manzaneda y Santolaya de Nembro. Los testimonios orales recogidos, repletos de animadversión, no eran sino los últimos coletazos de un pasado que había sido bastante más problemático.

A raíz de todo esto, en el año 1999, Julio y yo iniciamos un trabajo de investigación que nos llevó al estudio, entre otros documentos, de las actas sacramentales de la parroquia de Verdicio. Desde los libros parroquiales conservados más antiguos (1721), observamos, por ejemplo, cómo un párroco, Francisco Menéndez Villa, en cada acta de bautizo, acostumbraba a etiquetar de “baquero” a individuos de apellido Alba, Álbarez, Blanco, Carril, Calvo, Cano, Cazán, Feito, Prieto, Rodríguez, Sirgo, etc. , emparentados con otros del propio concejo de Gozón y de la marina, como Pillarno y Santiago del Monte (Castrillón), Villardebeyo (Llanera), Trasona (Corvera), Tabaza (Carreño), y de la montaña, Vigaña (Belmonte), Restiello (Grado), La Focella (Teverga), Torrestío (San Emiliano), Valle del Lago, Éndriga (Somiedo), etc. Aún hoy mantienen lazos familiares con otros vaqueros de concejos próximos, como Corvera y Castrillón.

Desconocemos en qué momento comenzaron los movimientos trashumantes entre Gozón y la montaña, o si sus orígenes son más remotos de lo que se cree. Los testimonios escritos más antiguos, como el archivo de la catedral de Oviedo, constatan, en el año 1227 , la presencia de un tal "Iohannion vaabiano" entre los testigos de la venta de una heredad en Fiame (Verdicio). Casi tres siglos después los documentos nos cuentan movimientos de ganado desde fuera hacia los concejos de entorno a la ría de Avilés, provocando que, en 1494, Corvera, Gozón, Gijón, Oviedo y Ribadesella apoyasen la propuesta del concejo de Avilés de exigir al corregidor del Principado, Hernando de Vega, una ordenanza para que impusiera la reclusión en lugares apartados del ganado bravo que traían a los pastos costeros de invierno los pastores del interior de la región, y que estableciese compensaciones a los agricultores en caso de daños en los cultivos. Sin embargo, se sucedieron las protestas. En el año 1672, el concejo de Gozón acuerda "que ninguna persona consienta ni tenga en poblado, ni fuera de él, vaquero ninguno de perro y cençerro, si no fuese en vraña suia propia […] A su tiempo prendan los perros, pastorien cavras, no suelten vueies capados al monte y cumplan en esto la costumbre antigua".

Por entonces, una parte importante de la riqueza de la nobleza de la comarca se sustentaba sobre la economía pecuaria, que combinaba con las transacciones mercantiles en el puerto de Avilés . Un ejemplo es la fundación del mayorazgo de Trasona, a mediados del S. XVI, por Rodrigo Alonso de León y María González de Hevia, que incluía ganado “ansí de la tierra como de montaña, que va e viene al puerto”, que se repartía por los montes, en su mayor parte, de 17 Gozón y Corvera.

Ese trasiego entre la costa y la montaña, que con las comunicaciones de hoy en día puede sorprendernos, por aquella época debió ser algo más habitual de lo que parece y uno puede encontrar, por ejemplo, con un pleito entre un vecino de Luanco y otro de Villamor (Somiedo), “morador en el monte de Loredo” (Bañugues), por la venta de una yegua llamada “Muleta”, en el año 1573.

De la información obtenida a través de la documentación histórica podemos deducir que durante los siglos XVIII y XIX hubo un grupo pequeño, pero importante, de vaqueros, algunos de ellos arrieros, y caseros, en su mayoría, de las familias La Riba Valdés-Coalla, señores del palacio de Manzaneda, y los Cienfuegos (condes de Peñalba), a cuyas bodas acudían los principales del concejo de Gozón.

La relación, sin embargo, era diametralmente opuesta con la pequeña nobleza (representada en el pleito de 1793 por Pumariño), cuya influencia y dominio económico y social, en la mayoría de los casos, no iba más allá de los límites del concejo, pero sí se dejaba notar sobre el campesinado local. Este grupo nobiliario era el único baluarte en quien se podía apoyar la Iglesia de Oviedo y los monasterios para defender sus derechos en la zona cuando en sus apeos denuncian la construcción de “cierros” (cercas) y cabañas en terrenos que, reclaman, ser de su propiedad.

En las respuestas generales del Catastro del Marqués de la Ensenada, fechadas en el año 1753, consta que en el segundo departamento de Gozón, que comprendía las parroquias de Navarro, Ambiedes, Vioño, Podes y Laviana, había cuatro familias que residían desde octubre hasta mediados de mayo, cuando “pasaban” al concejo de Somiedo, “y otros”, de donde eran originarios. Entre ellos, Miguel Nieto, Domingo Lorenzo, Pedro Colado y Domingo Blanco se dedicaban a la arriería . En un acuerdo del ayuntamiento de Gozón, fechado el 31 de agosto, de 1783, se apunta “el corto número de baqueros de alzada” que suben a la montaña “los quatro meses de verano”.

A lo largo de los siglos XVIII y XIX estos vaqueros fueron sedentarizándose y los que subían al puerto sólo llevaban el ganado o no eran vaqueros . Según la información que proporcionan los libros de amillaramiento conservados en el archivo histórico municipal de Gozón, en 1872 había trece familias vaqueras en Verdicio y dos en Santolaya; y en 1917, sólo tres.

Una de las razones principales que debieron condicionar el final de la trashumancia a lugares como Torrestío debió ser, sin duda, la distancia y las dificultades del trayecto. A falta de testimonios orales que pudiesen atestiguar cuál era la vía que habrían utilizado aquellas familias para subir hasta allí, los testimonios escritos se decantan por dos opciones: a través del puerto de Ventana o el puerto de la Mesa. En ambos casos los caminos reales serían las vías principales.

 

Pedro Busto
(Ldo. en Historia y estudioso de los vaqueros de la Asturias Central)
Asociación Ruta Vaqueros de Alzada de Torrestío (RUVAT)