Estantes convertidos en vaqueros
Llegamos Maribel y yo por sorpresa a Casa Pinón de Parades y nos recibió Dorsina. Al pedirle que nos contara algo sobre Torrestío pronto nos advirtió, con esa humildad y sabiduría que la caracteriza, que el que sabía de vaqueros era Luis, su marido. Al instante mandó llamarle y mientras llegaba, aproveché para pedirle que nos hablara de su vida en el pueblo, pues la torrestiana es ella.
Luis se unió pronto a la tertulia. Estábamos sentados en el banco que tienen a la entrada de casa y el sol de abril lucía espléndido pero le podía el frio viento del Este, ese que en Asturias llamamos Xelón. Así que pronto nos invitaron a entrar en casa a tomar un café. Fue una conversación distendida. Los dos fueron desgranando información y de vez en cuando su hijo primogénito matizaba algunas cosas.
Dorsina fue homenajeada el año pasado con ocasión de I Ruta Vaqueros de Alzada en Torrestío, por su trayectoria vaquera al casarse con un asturiano de Parades e iniciar juntos la trashumancia en los años 60. Luis, que había ido de soltero a trabajar a Torrestío le gustó la vida de alzada. Además, cuenta, “tengo antepasados vaqueros pues mi tatarabuela procedía de Casa Nola, de Parades (Casa el Tato en Torrestío) antigua familia vaquera. Dorsina vivía en el pueblo todo el año, es decir, era estante y no proviene de familia de vaqueros de alzada, al menos que ella sepa. Nació el 7/7/37, en plena guerra Civil, hija de Manuel Álvarez (Casa Loro) y de Ángela de Casa el Sevillano, ambas familias eran estantes residentes todo el año en Torrestio:
“Mi padre era el que hacía las matanzas en el pueblo. Lo llamaban para gorar el gochu, partirlo y hacer los embutidos. Tenía unamáquina de picar y embutir y con ella iba de casa en casa ayudando a hacer el sanmartín en el otoño.
También había comprado una máquina de hacer fideos y alguna gente del pueblo venía a casa con su harina para hacerlos. Se cogía agua del rio justo delante de casa, que entonces estaba bien limpia, y se hacía la masa que luego se metía en la máquina para convertirla en fideos. A continuación se colgaban a secar en barandas o palos, como se hace con los chorizos”.
Nos cuenta que eran siete hermanos y para mantenerlos su padre también fue algunos inviernos de pastor a Extremadura, al igual que otros hombres no vaqueros del pueblo (casi todos sus hermanos, casa Bernabé, casa Atilano, Honorino…). Iban con los rebaños de merinas del Conde Oliva que alquilaba puertos en Torrestío durante el verano. A comienzos del otoño bajaban por la Cañada Real a pasar el invierno a las dehesas de Extremadura en busca de pastos y clima más benigno. Esta era la otra alternativa trashumante que había en Torrestío.
“Mi padre incluso iba a Torre (Babia) a esquilar ovejas en primavera. De todo esto y de lo que se cosechaba en casa era de lo que vivíamos”.
Señala que su padre fue alcalde del pueblo y durante su mandato se hizo la carretera que va desde el cruce de ventana a Torrestío y que contrató un generador de luz eléctrica para el pueblo aprovechando la fuerza del agua de la Cascada. El artífice del invento había sido Ramiro, de casa de Bobes, familia vaquera que invernaba en Latores (Oviedo). “Cuando había mucha agua teníamos bastante buena luz pero cuando iba faltando, durante el verano, apenas se veía el brillo del alambre de las bombillas… De todos modos, ¡era
mejor que antes cuando alumbrábamos con carburo, esquisto o velas!”
“En los años 60 todo era muy distinto”, recuerda Luis: El pueblo regía por concejo abierto, anunciado a toque de campana. El concejo se celebraba al lado de la iglesia y en él se debatía y decidía la vida en común. “Lo primero que me sorprendió fue el sistema que tenían de aprovechamiento de pastos. Cuando llegaban los animales de Asturias iban a pastar al común de la ladera sur del pueblo: “El Cueto, Las Frias, Valverde...), después pasaban al otro lado, a la cara norte: Regañón, La Collada, La Corona, Llanos de la Peña… Había un guardia contratado por el pueblo que prindaba o multaba a cada animal que entrase en las fincas particulares. Recuerdo como guardias a José el Pizorro, a Senén del Parrondio... Por cada animal prindado su dueño debía abonar la prindada establecida en el Concejo, que el mismo guardia se encargaba de recaudar. El guardia también podía encerrar a los animales en el corral del concejo hasta que sus dueños los reclamaban.
Al comienzo del verano, una vez recogida la hierba de los prados altos se establecía la primera raya y comenzaba la derrota. Mediante este acuerdo entre los propietarios de las fincas el ganado vacuno podía pastar en los prados particulares hasta la raya o límite marcado. Más adelante, cuando estuvieran las cosechas recogidas, se permitía el ganado bajar hasta la segunda raya. La derrota completa, o tercera raya, tenía lugar a finales de agosto o primeros de septiembre, una vez recogidos los sembrados. Llegaba hasta las fincas cercanas al pueblo que no estuvieran cercadas. Estas no entraban en derrota”.
Le pedí a Dorsina que nos hablase algo sobre las siegas de trigo y cebada que en Torrestío hacían a la luz de la luna: “sí, se segaba a mano por la noche, en andecha en la que ayudaban algunos vecinos. Después se les daba anís y galletas u otra cosa a los que andechaban.
En la economía de subsistencia de Torrestío tenían mucha importancia dos productos: los derivados de la leche, en concreto la mantequilla, de la cual sacaban algunas pesetas las familias y la leña indispensable para el fuego del hogar. Dorsina nos lo explica así:
“Como no se podía vender la leche se recogía la nata. Había dos o tres casas que tenían máquinas de desnatar: en casa María Lince, en casa de Loro,... Allí iba la gente con la leche y la máquina separaba la nata de la debura (suero). Se pagaba una perrina por litro desnatado, creo recordar. La debura se aprovechaba para los cerdos o incluso la recogían alguna familia necesitada del pueblo para darla a sus hijos. Al final de la semana la nata obtenida se llevaba a casa para mazarla, y hacer las mantecas para vender, había una persona que la recogía de casa en casa y la comercializaba después. Pesaba la manteca con una balanza y pagaba un tanto por kilo (ahora no recuerdo cuánto). Cándido Loro fue uno de los últimos en recoger mantecas en Torrestío”.
“La leña de piorno era imprescindible para la lumbre, pues da mucho calor, sobretodo la raíz. En la primavera los hombres arrancaban los piornos con picos. Se dejaban secar durante el verano en el monte y a comienzos del otoño los bajaban en treitas que se arrastraban con parejas de bueyes o vacas. La treita consistía en una pila de los piornos enteros, con raíz y todo. Se iban colocando los más grandes debajo, en forma de abanico, y encima el resto. Después se ataba una cadena a las raíces de la treitay al yugo de la pareja para arrastrarlas hasta casa”.
Dorsina, cuéntanos si ha sido duro convertirte en vaquera e iniciar una vida trashumante a la que no estabas acostumbrada: “Bueno, no fue fácil venir a vivir a Parades con cuñados, suegra y sobrinos pero me adapté bien y pronto tuve cuatro hijos. Empezamos a ir a Torrestío con unos pocos animales, que fuimos aumentando como pudimos. Habilitamos una casa que me dejo mi padre.
Luis trabajaba en Autos Llanera y yo cuidaba de los niños y del resto. Trabajé mucho y cada verano compaginábamos la estancia en el puerto (Torrestío) con las tareas de aquí. Siempre nos gustó subir a todos en el verano. A mi aquel clima me sienta muy bien. Esperamos seguir volviendo cada año”.
Luis y Dorsina, muchas gracias. Salud para seguir haciendo la alzada a Torrestío.
M. Teresa Rodríguez
Abril, 2015